Eugenio Recuenco

Del lienzo a la fotografía

A camino entre la pintura, el teatro y la fotografía se encuentra 365º, el proyecto más personal del fotógrafo madrileño Eugenio Recuenco. 

¿En qué consiste 365º? Es la culminación de un trabajo de 8 años, 369 imágenes, 120 modelos y un equipo de 300 personas. Quería llamar la atención sobre las cosas de nuestro día a día, proponer una serie de acciones para ver si recapacitamos un poco. 365º es un juego entre los 365 días del año y lo que sería casi una circunferencia, dando una visión de todo lo que percibimos a nuestro alrededor.


¿Cómo surgió la idea de realizar este inmenso proyecto? Todo empezó un día que estábamos en plena locura de trabajos comerciales. Aunque siempre hay una parte personal en los trabajos comerciales, te quedas con esa frustración de tener que “atarte” a unas determinadas normas. El proceso de 365º fue muy orgánico, sentí que ya no estaba atado. Hacíamos dibujos, tomábamos notas, nos liberamos y logramos que el proyecto fuera 100% nuestro.


¿Cómo fue el proceso creativo? Nos tirábamos una semana o más con los preparativos de cada sesión, para luego disparar cuatro fotos. De cosas aparentemente muy sencillas empiezan a aparecer ideas que poco a poco van tomando forma. Con Eric, mi director de Arte, compartimos un universo parecido. Luego transmitimos las ideas al resto del equipo, y muchas veces el equipo propone nuevas ideas para hacerlo todavía más especial. Al final, cuando ya están a punto todos los preparativos, dejamos simplemente que el momento fotográfico exista.


¿Qué relación hay entre la ventana de la habitación y los personajes? La ventana es la única conexión que tiene cada personaje con el exterior. Viene a simbolizar el mundo de los sentidos. Está colocada en un sitio de difícil acceso. Si el personaje quiera mirar a través de la ventana, le va a implicar un esfuerzo. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de ver las cosas, de hacer el esfuerzo y preguntarnos por qué ocurre lo que ocurre. O, también, podemos no preguntarnos nada.


¿Dónde empieza tu amor por la fotografía? Tengo dos hermanas mayores, que me sacan ocho y nueve años. Los novios de mis hermanas tenían cámaras de hacer fotos. Ellos vendrían a ser la referencia del hermano mayor que no tuve. Me atraían más sus aficiones que las de mis hermanas. Gracias a ellos descubrí que aquello de la fotografía molaba y me terminaron transmitiendo su afición.


Y una vez te metieron el gusanillo, ¿cómo fueron tus inicios? Entonces la fotografía no era algo tan sencillo como ahora. No todo el mundo tenía una cámara de fotos. Yo tendría doce o trece años, mi padre me dejó una Kodak modelo Retinette, disparé y salieron casi todas las fotos desenfocadas. Recuerdo que mis hermanas hacían viajes con sus novios y al regresar a casa proyectaban las fotos de sus viajes. Pero no solamente eran fotos de recuerdo, sino que también había una cierta intención de mostrar dónde habían estado, de explicar el contexto. Yo diría que todo fue un poco una chispa que se vivía en la familia. Mi inicio fue la curiosidad.


¿Algún profesor en tu etapa de estudiante de Bellas Artes que recuerdes con especial cariño? Tuve a Cristina García Rodero (única fotógrafa española de la Agencia Magnum) como profesora de fotografía en mi primer año en la facultad. Ella marcó ese interés que yo todavía no tenía definido. Mi intención se inclinaba más por la pintura, fue ella quien me mostró el camino hacia la fotografía. No era una profesora al uso, en lugar de enseñarnos lo que era la técnica, que al final la podías aprender por tu cuenta, lo que nos transmitió fue la pasión por la fotografía.


¿Y cómo fue la transición del Eugenio pintor al Eugenio fotógrafo? En mi último curso de Bellas Artes empecé a [...]


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